jueves, 23 de abril de 2009

Vida en la calle

El aroma de las rosas entraba por mi ventana, un sol espectacular se asomaba entre las copas de
los árboles y las paradas de libros se escampaban a un lado y otro de la calle. Desde el alféizar podía ver como un anciano le compraba una rosa a su mujer y como ésta sonreía como una quinceañera mientras le daba un tímido y tierno beso en los labios al amor de su vida. A su espalda un par de jóvenes comentaban entre ellos las contraportadas de los libros y en una infatigable lucha interior, intentaban escoger que libro acabaría con ellos en casa y les haría vibrar a través de sus páginas. Justo a su lado un niño de no más de 7 años intentaba, poniéndose de puntillas, descubrir dónde se escondían los libros infantiles con letras y dibujos grandes dejando ver que la magia de las letras, a pesar de su corta edad, ya le había cautivado. Al final de la calle, abriéndose paso entre la multitud, podía ver como un padre llevaba a su hija pequeña en brazos mientras ésta sumergía su pequeña nariz entre los suaves pétalos de una rosa blanca. Era mediodía y el sonido de una gralla empezaba a entonar las primeras notas de la “santa espina” haciendo que cada centímetro de mi piel se erizara y que cada diminuto músculo de mi corazón se detuviera por un instante al sentir tanta vida corriendo por mis venas.
FELIÇ SANT JORDI!
*Natàlia*

1 comentario:

Óscar Gartei dijo...

Una entrada evocadora. La verdad es que está muy bien escrita. Casi me sentía caminando entre el gentío.

Un saludo.