domingo, 28 de junio de 2009

Buscador


Se le podía reconocer por su barba de tres días, su ojos azules, su bicicleta blanca y un bloc de notas que siempre llevaba encima porque decía que si la inspiración aparecía en cualquier esquina de la ciudad no quería que le pillase desprevenido. Era un buscador, un caminante incansable guiado únicamente por las intuiciones. Siempre decía que lo importante no era el final del camino sino todo lo que vivías durante el viaje, pare él el final era simplemente el inicio de una nueva aventura. No creía en el destino, pensaba que somos únicamente nosotros quienes construimos nuestra vida. Sólo nosotros podemos escoger que hacer y cómo vivir el tiempo que se nos ha dado. Muchas veces me explicaba como dejamos que los otros escojan de qué manera hemos de vivir. Me decía que somos extrañamente complicados y no lograba comprender cómo podíamos ser extremadamente persistentes cuando se trataba de hacer un rompecabezas y cómo cuando alguien nos decía que no éramos capaces, que no valíamos para algo, nos dejábamos vencer a la primera de cambio… ¿Cómo podía explicarse que siempre pidiéramos segundas opiniones para comprarnos unos vaqueros, un coche, un piso y que cuando se trataba de nosotros, de nuestro yo, no fuésemos capaces de hacer oídos sordos y buscar nuevas opiniones? Me contaba que el gran problema de hoy era que la gente se había dejado de fijar en lo que sabía hacer, para fijarse en lo que no podía hacer… Me dijo que si me preguntaba que no era capaz de lograr le contestaría miles y miles de cosas, pero si me preguntaba qué cosas se me daban bien, que potenciales tenía, tendría que pensar un rato porque en toda mi vida no había intentado observar todo aquello de lo que era capaz…

Me contó que la gente miraba la vida desde un prisma equivocado, que en el momento que intentábamos imponer unas leyes universales sobre lo que era bueno o malo, sobre lo que era una buena o mala calidad de vida estábamos obligatoriamente creando parámetros de vida infeliz. Si tenemos un espejo en el que compararnos, tenemos un espejo que muestra nuestras carencias… pero ¿quien dice que porque no tenga “X” ya no soy feliz? ¿Y si soy yo quien ha decidido no tenerlo? ¿Igualmente se me vería como una persona poco exitosa?
Siempre me contaba que occidente había perdido el rumbo, que éramos extremadamente ricos materialmente pero inmensamente pobres espiritualmente. Me hizo darme cuenta que en oriente o el sur enfermedades como la depresión, el estrés o la ansiedad eran mucho menos frecuentes que en occidente… me mostro como nuestras comodidades nos habían hecho extremadamente débiles. De pequeños se nos criaba con la mentalidad de conseguirlo todo, como si fuésemos una especie de depredadores incansables, pero nunca se nos preparaba para perder y eso irremediablemente nos llevaría, cada vez que fracasásemos, a la infelicidad. No se nos enseñaba a decir basta, a ser felices con lo que teníamos y ese había sido nuestro mayor error como civilización.
*Natàlia*

1 comentario:

Óscar Gartei dijo...

Buen análisis de la sociedad. Creo que resume bastante bien el problema: la avaricia nos pierde. Las ganas de tener más y más para morir millonarios como los faraones o en la absoluta indigencia, cuando no se logra el éxito.

Hace tiempo que he dejado de creer en la sociedad y en sus valores. Me conformo con lo que tengo y con lo que soy, y eso es mucho más de lo que me puede dar un fajo de billetes o un puesto explotador de trabajo.

Hemos perdido el rumbo de la naturaleza. En ella hay justicia.